Estamos en la posmodernidad, siglo XXI, donde todo es improbable, nada es verdadero, todo es permitido y por lo tanto nada es prohibido y aun así en esta época abundan; en su mayoría del Medioevo y la época de la colonización, padres prepotentes, que infunden sus temores metas y fracasos a las nueva generaciones, en especial a sus hijos.
Esta es la vida de muchos de los jóvenes de ahora
que sacrifican sus sueños por darle gusto a sus padres que les imponen y les
exigen estudiar una carrera que a ellos les gusta, sin pensar que eso no es lo
que su hijo quiere y los jóvenes se someten a los sueños y caprichos de sus
padres, ya que no tienen escapatoria más que aceptarlos y tratar de tomarlos
como suyos.
Personalmente he vivido de cerca tres casos
particulares, de diferentes clases sociales; el primero es un joven de familia
adinerada y conservadora que sueña con estudiar comercio exterior y lo
obligaron a estudiar otra carrera, comunicación social, que no es la que él
quiere, solo por darle gusto a sus padres, ya que según sus padres es lo mejor
para él. Ahora cursa cuarto semestre y comienza a gustarle la carrera, aunque
en su interior se debate entre su identidad sexual y la profesión.
El segundo es una mujer que odia su carrera e
ingresó a estudiarla como última opción porque tenía que ver con la escritura y
ella quisiera estudiar artes; fue la única que le gustó a sus padres, de no ser
así sería abandonada por su familia, expulsada de su casa y probablemente
terminaría viviendo “debajo de un puente” ; ella no calla y discute
constantemente con su familia sin encontrar solución a su dilema.
Otro caso es el del joven que sueña con ingresar a
una universidad y estudiar zootecnia o veterinaria pero no tiene el apoyo de
sus padres ni el dinero para hacerlo, trabaja todo los días detrás de un
volante, desde donde observa cómo se le pasa la vida y sus sueños sin la
compresión de una familia.
Antiguas ideas se han trasladado al siglo XXI,
imposiciones e ideas que aumentan el índice de suicidio y las vidas fracasadas
en el planeta ya que castran las grandes mentes. No solo en el ámbito educativo
muchos callan, también en otros temas que influyen en la libre expresión de su
personalidad como tatuajes, piercing, pasatiempos, gustos y relaciones
sentimentales.
Por esto y más hoy, alzo mi voz diciendo no a las
falsas vidas y a los chantajes que se aprovechan de nuestra vulnerabilidad y
oscurecen la vida; hay que hacer lo que nos apasiona y nos hace felices.
Vivamos nuestra vida, no la de los demás.
Ximena Oquendo H.