Me siento algo cansada, agotada;
tal vez lo que necesite solo sea un descanso o, mejor que eso, que mi espíritu
desaparezca de este mundo aunque no sea
por mucho tiempo; así que tal vez la
mejor solución sea fumarme algo de
cannabis… sí, eso me podría alivianar… o no sabría realmente qué elegir entre
tantos tipos de marihuana, lo que sí sé es que me llevara a otro estado; pero
no es lo único que causa esto, también está el alcohol o las drogas sintéticas,
cualquiera funcionaria, realmente ahora cualquier cosa sirve para drogarte. Aún
no estoy segura de hacerlo, pues probarla quizás signifique quedarme en ella y
que, al igual que muchos de mis amigos, se me convierta en una adicción
infrenable.
¡Me quedo con la marihuana! Sí, es
natural, nace se la tierra y no contiene cuanta cosa se le pasa por el camino a
sus fabricantes… La podría combinar con muchas cosas, como mis comidas
favoritas (tal vez con un hogao o con un poco de milo o tal vez podría hacerla
en una rica torta de maní). No, fumarla
será la mejor manera de probarla, para sentir toda su esencia.
Apruebo la marihuana y pienso que cada quien
tiene derecho a utilizarla a su antojo; es algo que crece de la tierra y así
como el hombre toma de cuanta cosa ve en la naturaleza, así mismo hace de esta su
método de relajación; siempre y cuando tenga ya una personalidad definida, pues
no estoy de acuerdo en que niños y adolescentes ya se desvivan por está, pues
así como los tatuajes, las modificaciones corporales, el alcohol, entre otros
deben estar en los cuerpos de jóvenes y adultos que tengan una ideología propia
y consiente de lo que hace o deja de hacer y que consecuencias traerá.
No obstante, puede ser real lo que dicen los médicos de
que esta quema las neuronas y lleva a la pérdida de la memoria, además de ser un producto depresivo; apoyo su
teoría, pero solo si está es utilizada
en exceso. Considero que quien lo hace de cuando en cuando puede llegar
a desarrollar mayor inteligencia, sin necesidad de convertirte en los llamados
“ratones de biblioteca”. He sido testigo de muchos fumadores que han sacado los
primeros puestos en los Icfes, los mejores promedios en sus universidades y que
tienen vidas exitosas; también de que
quienes abusan de está y terminan en la
calle o en un centro de rehabilitación.
Así como cada quien decide lo que
hace con su vida, siempre y cuando no le haga daño a nadie, considero un abuso
de autoridad en las instituciones que castigan a los portadores de su método de
relajación; golpean, maltratan, insultan igual que a basura por el hecho de
tener esta dosis personal como si no fueran un ser viviente, para finalmente muchos
de esos terminar fumándosela en sus cuarteles extasiándose de placer. Hablar de
esto me recuerda una canción de cultura suburbana que muestra el abuso de las
autoridades.
“Él desde chiquito
siempre tuvo asma: Compró remedio caros que no lo curaban. Un día en una fiesta
conoció a un rastaman le dijo marihuna, te puede ayudar: Le regalo semilla, le
enseñoa sembrar de la primera cosecha lo empezó a fumar el ataque de asma ya no
vino más por eso en su planta siempre conserva y con mucho cariño siempre las
reaba (…) Una tarde como toda llegó de trabajar besó a su esposa, sus hijos y
su mamá, se fue al jardín, se puso a regar, nunca se imaginó lo que iba a
pasar, cuatro patrulleros llegaron al lugar armados para la guerra y con orden
judicial derribaron la puerta, destruyeron el lugar, esposaron sus muñecas, no
lo dejaron ni hablar delante de su esposa, de sus hijos y de su mamá (…) Su madre murió sin poderlo visitar, su
esposa angustiada no para de llorar cada vez que lo niños preguntan por papá.
El dueño de la casa los corrió del lugar pues no había dinero con que pagar él
se enteró de todo y en su celda lloro, tuvo un ataque de asma, su salud
empeoro, pues tanto dolor no pudo soportar; sus ojos se cerraron y jamás volvió
a despertar”.
Ahora la marihuana se ha convertido en prácticamente un dios, al cual le dedican miles de melodías, muchas profundas, poéticas y algunas superficiales y vacías. Escucho mucho de esta música y la disfruto, aunque no haya experimentado ni una vez lo que ellos narran allí… y no sé si lo experimentaré.
Para terminar con este monólogo
por el que tengo los ojos rojos por el cansancio que me posee y no por el humo
de la marihuana que me relaja, me acostaré a dormir mientras sueño con aquellas
cosas que vería bajo los efectos de María mientras estoy despierta.
Ximena Oquendo H.
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