Esta historia comienza en 1984 en
el municipio de Guarne (Antioquia). Una pareja
de jóvenes de 22 y 23 años, Gloria
María y Juan Guillermo, se dan cuenta de que
serán padres después de
nueve años de noviazgo,
noticia que desilusionó a la familia de la novia, pero poco a poco se
alegraron con la idea de tener a un nuevo integrante en la familia. Gloria
era una joven de ojos
brillantes e intensos como las esmeraldas, silueta delgada y cabello corto; una joven de familia humilde que se sostenía de
la venta de empanadas, con la que ella ayudaba para sustentar su casa; por otro
lado, Juan Guillermo, el futuro padre, provenía de una familia de clase media,
un joven delgado, de cabello rizado tan negro como la noche, de ojos dulces e
inocentes en busca de tantos sueños que ahora realizaría al lado de su esposa y la bebé que
vendría en camino.
Luego, los recién casados se fueron a vivir a la casa de Amparo, una
hermana de Juan, ya que no tenían a dónde ir. El embarazo avanzaba con
normalidad y los padres hacían planes, ansiosos, en espera de aquel ser que alegraría
sus vidas. Después de 5 meses de gestación Gloria “rompe fuente” y conmocionada
va al hospital San Juan de Dios, donde es internada por un mes, cuenta con la compañía de su esposo y
familiares. A los 6 meses de gestación, Gloria siente que ya es hora de darle
la bienvenida a la bebe, que nace por medio de cesárea. Ella era Diana María,
pequeña e indefensa, viene al mundo con una deficiencia respiratoria y fue
remitida inmediatamente a la incubadora, sin ver siquiera a su madre, que se exasperaba
y lloraba al ver cómo se llevaban a su pequeña.
Diana pasa en este hospital dos
meses en los que no pudo ni tocar a su madre
que angustiada, esperaba su recuperación; pero Diana empeoraba día a día
más, parecía no crecer, cada vez estaba más diminuta y enferma, casi al borde
de la muerte. Sus padres no sabían qué pasaba, ¿por qué su niña no mejoraba?
Con el paso del tiempo su desesperación era mayor, entonces decidieron trasladarla a la Clínica Medellín
donde descubren que su enfermedad se da a causa de la intolerancia al azúcar de
la leche y por ello Diana no mejoraba; después de esto, la bebé comienza un
tratamiento con medicamentos donde le cambian la nutrición y comienza a ser
alimentada por una sonda que salía de su cuello.
Por consiguiente, la niña comienza a crecer y a engordar de tal
manera que sus padres se emocionan al ver el buen trabajo del doctor, que aleja
a su hija de la muerte y la convierte en una pequeña saludable, aunque crecía
de manera desproporcional para su edad. Al cabo de 8 meses de hospitalización,
por fin puede ir a casa.
Después de unos exámenes
determinan que Diana, de tan solo 8 meses, estaba
ciega. Gloria, sola en el hospital
San Juan de Dios, se derrumba con su hija en brazos, entre lágrimas y un nudo
en la garganta le pregunta al doctor:
-
¿Qué le causo esto a mi hija?
El doctor
responde:
-
Probablemente en el tiempo en el que estuvo en
la incubadora, la cantidad de oxigeno no fue la adecuada y como consecuencia
dejo invidente a su hija.
Gloria
enfurecida y con la mirada aun mas aguada, le dice:
-
¿Doctor, que puedo hacer para que mi hija vuelva
a ver?
A lo que el
medico respondió, con una voz tosca y mal humorada:
-
Entienda, No va a volver a ver, ¡no se haga
ilusiones!
Gloria reventaba en llantos y abrazaba su hija con fuerza dirigiéndose
a casa, donde encuentra a su esposo en espera del resultado de los exámenes y
el testimonio de su esposa, que al verla se angustia y le dice: "¿Qué
pasa, por qué vienes así?... ¿Qué te dijo el medico?", la madre responde
con la voz entre cortada "nuestra
hija esta ciega"; Juan llora y la abraza, mientras le dice "tranquila,
haremos todo lo posible para que nuestra hija vuelva ver y la sacaremos
adelante".
Luego de unos días los padres van
al hospital San Juan de Dios donde demandan por negligencia, causante de la ceguera de su
hija. Después, comienzan con la búsqueda de los mejores médicos del país para
que curen la invidencia de su hija, que ya comenzaba gatear. Juan y Gloria
viajan a Bogotá donde encuentran, efectivamente, los mejores doctores del territorio,
que de inmediato comienzan los estudios para que la bebé recobre la vista. Después
de muchos exámenes la respuesta es negativa, entonces vuelven a Guarne, pero
sin haber perdido aun las esperanzas; piden una segunda cita en Bogotá de la
cual vuelven resignados, aceptando que la ablepsia de su hija es permanente e
incurable.
Por lo tanto, “comienza la
lucha”. Ahora que Diana gateaba, había que comenzar por enseñarle “su casa”,
una tarea un poco complicada en una finca grande con zonas verdes; aunque Diana
aprendió con facilidad, en una ocasión cayó a una zanja, accidente del que salió
ilesa después de una gran preocupación por parte de sus padres.
Después de un tiempo, Diana
aprendió a caminar, dominando completamente el recorrido por su casa: Corría,
saltaba y gritaba de alegría demostrándole a sus padres que todo valía la pena.
Era una niña inquieta, feliz y traviesa que alegraba la existencia de todo
aquel que entrara en su vida.
Cuando Diana cumplió cuatro años
era una niña de cabello castaño ondulado, trigueña, delgada y de labios
voluminosos; inquietos por los libros y el canto. Ya estaba lista para ir a la
escuela, entonces su madre decide llevarla a una institución, pero en Guarne no
había ninguna especial donde ella pudiera aprender, así que sus padres resuelven
conducirla a Medellín, al barrio Aranjuez a la escuela “Sordos, Mudos y Ciegos”, allí ella
aprende matemáticas, manualidades y braille,
escritura con la que también se instruyeron sus padres.
Después de varios años de viajes,
esfuerzos, necesidades y gastos les recomiendan a los padres que trasladen a
Diana a una escuela convencional para no excluirla de la sociedad.
Su padre, Juan Guillermo, comienza a crear un proyecto de escuela para
niños y jóvenes discapacitados en Guarne, pensando en la situación de su hija y
de muchos niños más y lo presenta a la alcaldía, allí aceptan la idea, entonces
nace CREES (Corporación para la
Rehabilitación de Educación Especial), donde empiezan a llegar muchos niños que
aprenderían manualidades, ebanistería, a tejer, escribir y leer; también se
crea empresa, donde ellos venden maní,
verduras y hacen inyectores para odontología. Diana asiste dos veces a la
semana y consigue más amigos, ahora, a su corta edad sabía tejer, escribir y
leer por braille, estos son sus pasatiempos favoritos.
Ahora ella regresa a Guarne en búsqueda
un nuevo colegio, pero esto fue más complicado de lo que se pensaba pues ningún colegio estaba capacitado para enseñar
a personas discapacitadas, después de una búsqueda exhaustiva Diana es recibida
en el Divino Niño, en Rionegro, donde
realiza todos sus estudios primarios y es transportada por el bus escolar, que
en varias ocasiones se olvidó de recogerla, dejándola sola en el colegio. Allí
Diana se desempeñó como una alumna común aunque sus compañeros no la vieran así
y por ello la molestaban con insultos y golpes hasta el punto de ella también
agredirlos físicamente. Finalmente toman la decisión de retirarse del colegio.
Cuando Diana cumplió nueve años, obtiene
la noticia de que tendrá un hermanito, la cual recibió con alegría al igual que
sus padres, que en un principio la toman como una gran sorpresa, ya que habían
tomado la decisión de no tener más hijos. Pero ahora Diana tendría un hermano,
nació después de nueve meses de gestación y lo llamaron Juan David, era trigueño, de ojos
dulces como el caramelo y delgado; el nuevo compañero de aventuras y juegos… Su compañero de vida. Diana ya sabia
montar en bicicleta, patinar, leer, escribir, bailar y hacer travesuras, ella
se moría de ganas por enseñarle todo esto a su hermanito.
Diana se graduaría después de
tanto esfuerzo de su parte y la de sus padres. Era un momento de gran emoción,
ahora tenía 18 años, su madre lloraba de alegría al escuchar el nombre de su
hija salir de la boca del Maestro de
Ceremonia y al verla en el estrado recibiendo tan anhelado diploma acompañada
de sus padres y su hermano, amigos y
docentes que la aplaudían con entusiasmo.
Después de dos meses de la
ceremonia Diana viajó a Tolú, Cobeñas con sus amigos, su madre y hermano en una
excusión escolar de tres días donde sintió el mar por primera vez, donde se
sentía tranquila, pues ya sabía nadar, su padre le enseñó. Un paseo inolvidable
lleno de diversión y alegría, donde dejaría a sus amigos y colegio para comenzar
sus estudios superiores, ella quiere ser periodista.
Luego de dos años de haber salido
del colegio en los cuales ayudó a su madre en el trabajo, administrar juegos de
azar; Diana decide presentarse a la Universidad de Antioquia, a la carrera de
Periodismo y Comunicación Social, donde no cumple con el puntaje necesario para
ingresar a la Universidad; resultado que no tumba sus sueños, porque Diana
ingresa a un preuniversitario en Medellín, donde aprendería lo suficiente para
estar preparada para realizar sus estudios superiores, pero vuelve a
presentarse a la universidad, falla de nuevo. Ella no pierde la esperanza y la mueven las
ganas de salir adelante, entonces ingresa de nuevo a un preuniversitario en
espera de una nueva oportunidad…
Comienza a hacer afiches y
campañas publicitarias, haciendo propaganda política. Diana no recibe la
cantidad suficiente de votos para hacer parte del gobierno del municipio de
Guarne, pero esto no acaba con la idea de hacer parte algún día del consejo y
hacer realidad todas sus ideas.
Ella y familia tuvieron que salir
de la finca donde habían vivido durante 25 años, pues su abuelo de 85 años, los fue sacando
poco a poco, para finalmente reclamar su casa llevando a vivir allí a su otra
familia, desterrándolos cual intrusos. Ella y su familia decidieron alquilar
una casa pequeña donde conviven con Danjha, la perra de su hermano, una pitbull
café y blanca, tierna y juguetona que no le cae muy bien, pues no le gustan los
animales y mucho menos los perros. “son peludos y lambiscones; además la perra
se me tira encima por eso no me gusta ningún animal”.
Actualmente Diana vive en el
pueblo y camina a diario de la mano de sus padres, pues no conoce el municipio;
nunca sale con el bastón a excepción de cuando sale con sus amigos a otros
lugares. Juan Guillermo trabaja en la fundación y estudia sociología en la
Universidad de Antioquia; Gloria continua en el negocio de juegos de azar y su
hermano espera ingresar a estudiar zootecnia.
Hace unos meses ella aprendió a
jugar cartas y domino, con la ayuda de su padre, Zulay su amiga, su
hermano y la mía. Diana con su escritura en braille aprendió a marcar las cartas con el número y
la inicial de la pinta, poco a poco se ha convertido en una buena jugadora,
pues la sensibilidad de la yema de sus dedos la han llevado a sentir la carta o
la ficha que la llevaran a ser la ganadora. También ha estado viajando por el
departamento y al Valle del Cauca con un grupo de mujeres invidentes que luchan
por sus derechos y su inclusión en la sociedad; demostrando cada día que ella
es una verraca, toda una líder.
Para terminar, Diana dice: “considero
que que ha mis 27 años llevo un gran recorrido en el que he aprendido mucho,
pero también he aportado al mundo conocimientos y demás. Sé que le falta mucho
por aprender y que nunca dejare de aprender, veo el mundo como ustedes, con la
diferencia de que lo siento y mi interpretación del mundo es más profunda que la
de muchos tantos que tienen el sentido de la vista”, además agrega que si
hallaran una cura para su ceguera no se operaria pues así se siente bien. Es
una mujer soñadora y muy risueña, que desde la lejanía todos la conocen. Es una
mujer que desea entrar a la Universidad, ser una gran profesional, una líder;
sueña con aprender a cantar y formar una familia donde llene su vida de música,
risas, novelas, literatura y romance…
Ximena Oquendo H.
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