viernes, 25 de octubre de 2013

Una Pasión Sin Límites


“Lucian Toro”, seudónimo que toma de su hijo, su nombre real es Javier Toro Zuluaga. Radicado en el barrio San Antonio hace 10 años oriundo de Medellín, hijo único del pintor Javier y de la abogada Ibeth. Casado con Nataly Ruiz, padres de Lucian de 3 años.

El tiempo que más disfruta es cuando está trabajando en su estudio que se asimila a un consultorio, sus paredes se cubren de dibujos de su papá; sobre una pequeña mesa se observan instrumentos como agujas, tintas, maquinas, esterilizadores, diseños de nuevas ideas, entre otros. Allí se entrega a su arte alejándose de una  realidad que tal vez muchos quieren evitar por  la descomposición social y moral que se vive en la actualidad, por eso disfruta de su existencia en el Mall de Llanogrande, un lugar tranquilo, lejos del ruido y las aglomeraciones; solo lo acompaña la música  a exagerado volumen: el tronar de las guitarras, el saxofón, las mezclas y el sonido de su máquina al tatuar que hace que todos sus sentidos se olviden del mundo exterior hasta el punto en que las historias de sus clientes se convierten en murmullos sin importancia.
No es creyente de ninguna religión, pero tampoco se considera ateo. “Estudie toda mi vida en un colegio católico, hasta que llegue a un punto en el que dije ‘yo no tengo por qué creer en algo que me impongan’ simplemente cada uno se esfuerza por ser feliz”. Le molesta  la gente que no hace nada para salirse del círculo vicioso en el que viven “yo trabaje en una de bolsas hace unos años, es una porquería, lo llamo ‘esclavitud modernista’”.

Su segunda pasión es la buena gastronomía, considera un insulto un plato mal preparado, pero no solo la exige, también la hace y su favorita es la italiana “cocino mejor de lo que tatuó”. Incluso cree que fundaría alguna vez un restaurante en el que sería el chef.

“Una vez estando muy pequeño, me fui para Puerto Berrio, allá me comí el mejor bagre del mundo. Cocinaba una viejita con cerca de 80 años. Estuve por allá más o menos una semana y probé todos los platillos, no hubo ninguno malo, ni siquiera el agua de panela con limón e hielo que nos servía. Mucha gente ha estudiado en lugares muy buenos de culinaria y a ninguno de los que distingo, ha hecho un plato más maravilloso que los de ella; a excepción del cocodrilo que una vez comí en los manglares”
Le encanta el play station; las películas de acción y ciencia ficción pero su preferida es la de superhéroes, porque le muestra una realidad diferente, donde se lucha en contra del mal y se vive en un mundo poco parecido a Colombia, por ello quisiera vivir en Suecia, (le gusta el socialismo que hay allí pero no el del resto del mundo) piensa que es el mejor país y que lo llevaría a otra realidad así como lo hacen las películas que ve “si fuera por mi mantendría más encerrado de lo normal. ¿Para qué ser parte de toda esta podredumbre? prefiero hacerme el de la vista corta”.


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Desde pequeño ha vivido el arte, sus padres nunca compartieron su gusto por el tatuaje, por eso fue enviado a la universidad a estudiar derecho, a pesar del tiempo nunca perdió su ideal, pues después de 5 semestres cursados en la UCO Javier salió a luchar por sus sueños.

 “El primer tatuaje que me hice fue en el hombro a los 17 años, a escondidas, así empezó todo y ahora no sé cuántos tengo, ni les doy significado, simplemente lo hago porque me gusta; pero de todos el que más me ha dolido es el de las rodillas. Me gustaría tatuarme todo, con excepción de la cara, lo considero un atentado”.
“Mis padres piensan que tatuajes es igual a vandalismo y así mucha gente, pero ahora sigue nuestra generación (1980 y 1990) que tenemos un pensamiento más abierto por eso estoy seguro que esto va a cambiar y el mito de que un tatuaje te quita o te pone algo se eliminara. La ley ahora apoya el derecho al trabajo y que no se discrimine a nadie por tener un tatuaje; por tatuarte no amanecerás más bruto. Lo veo muy similar a como si te dejaras el bigote, ¿entonces despiertas más bruto que nunca? ¡Es absurdo!”
  “Fue muy duro, mis papas nunca me apoyaron. Intente hasta  pagarle a uno de los alumnos de mi padre que se dedicaba al tatuaje y me canse de rogar, entonces dije ‘yo puedo solo’ y eso hice, cuando me entro una plata la dispuse para la máquina y compre todo el equipo que consiste en: una máquina, una fuente (nivela la energía  de la maquina), un pedal (interruptor), agujas, tintas, boquillas, clip cord (cable que le da energía la máquina), entre otros”.
Sin embargo, Toro no ha estado totalmente solo ya que su esposa des de un principio siempre lo apoyo con su talento “Yo lo conocí en el 2007 y me enamore perdidamente de él, sentía que quería estar con Javier por el resto de mi vida. Lo apoye desde el principio con su vocación, me enorgullecía. Incluso una vez ahorre la plata del descanso del colegio para comprarle una fuente” cuenta Nataly Ruiz, esposa de Javier.
Con 6 años en este arte “Lucian” se ha convertido en uno de los mejores en tatuar rostros del Oriente Antioqueño. “Fue complicado aprender, incluso pocos se me prestaron para tatuarlos, entonces decidí entrenarme en mi propia piel”.

 “Yo aconsejo a mis clientes pensar muy bien lo que se van a hacer, porque empecé desde muy joven a tatuarme y ahora llevo dos secciones de laser en las que me estoy borrando mis primeros tatuajes, fueron en las manos; me parecen muy colorinches. Uno ya todo viejo y súper ‘Lazy town’, como que no. Apenas termine me tatuare de nuevo”.

Considera que conoce todas las técnicas de tatuaje aunque a diario se esfuerza por aprender algo nuevo, ve como “mediocridad” quedarse en el mismo punto y llenarse de ego tanto como para “estancarse”  en él.
A pesar de que sabe que sus trabajos son alabados y conocidos por el país y por el exterior no se cree más ni menos que nadie, pero le da satisfacción ver la cara de alegría de la gente con sus trabajos, además de que estos son reconocidos por sus técnicas en cualquier parte y su nombre reluce al verlos. “Aquí al local viene mucho un cliente de Estados Unidos, siempre llega, pasea una semana y se va súper tatuado y satisfecho”

Admira al ruso Demitre Shamoev y al colombiano Cesar Baille. Disfruta de tatuar realismo en especial animales y a todo se le mide sin temor,  piensa que el miedo solo  lleva al fracaso y que se debe creer en sí para lograr las cosas.

“Una vez me llego un man diciéndome ‘parce yo me voy a hacer un punto rojo en la muñeca, algo que me causo mucha gracia y le dije ‘lo menos que yo cobro son cien mil pesos y no te puedo cobrar menos’ - ‘sí, no importa’ - ‘¿no queres otro tatuaje y yo te regalo el punto?’, me demore 30 segundos haciéndole el punto, fue más armar el equipo”.

Mientras me hablaba de él movía sus manos ansiosamente; la mirada se perdía en aquella pradera al frente de su local, pero no por mucho, sus ojos eran como dos pequeñas bolas de pin pon que saltan y danzan de un lado para otro sin cesar, mientras reía con nerviosismo.

“En diciembre estaba tatuando cuando una gente acá afuera empezó a tirar tacos, el cliente saltaba, yo también; hasta que llego un momento en el que me tuve que bajar – ‘parce, estoy trabajando ¿por favor dejan de tirar eso?’ – ‘¡a claro parcero!’ -- seguí trabajando cuando… otro taco, baje un poco más disgustado – ‘Hey! por favor deja de tirar eso, te estoy diciendo de buena manera’ –siguieron y ahí si baje bravísimo – ‘¡bueno malparidos ¿cómo es la cosa pues?!’ – eso se formo un alboroto, el celador se dio cuenta y obvio llamo a la policía; cuando llegaron les pegue tremenda insultada y me iban a arrestar. Finalmente logre terminar el tatuaje”


 
“Mi esposa siempre ha dicho que soy como un guerrero samurái porque he sido yo contra el mundo en todo momento, estoy de acuerdo con ella, así este vuelto nada yo hago las cosas hasta el final y no me detengo, no pienso y mucho menos le hecho reversa a nada, siempre para adelante aunque hayan errores; uno no se puede dejar tragar y vencer aunque todo vaya muy mal”.

 Foto cortesía


Ximena Oquendo H.


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